martes, 16 de octubre de 2012

los colegiados blancos

“En 1962, ya fallecido Luis Alberto de Herrera (1959), volvió a triunfar el Partido Nacional en las elecciones nacionales, pero esta vez  por un margen considerablemente menor (menos de 25000 votos) cambiando la relación de fuerzas dentro del lema (los grupos más centristas, agrupados en torno de la Unión Blanca Democrática, triunfaron sobre la fracción herrero-ruralista, mucho más radical en su propuesta de liberalización económica)
            La conducción económica del nuevo gobierno marcó algunos cambios que atenuaron los alcances de la Reforma Monetaria y Cambiara. Se volvió a establecer un doble mercado cambiario y se moderó la libertad de importación mediante el aumento de los recargos y depósitos previos. La nueva política, que abandonaba inicialmente la ortodoxia fondomonetarisma, tenía como principal objetivo superar la crisis del sector externo y denotaba cambios de importancia en las apoyaturas sociales y políticas del nuevo gobierno. Los ganaderos parecían haber perdido su gran oportunidad para incidir decisivamente en el rumbo de las políticas públicas. Asimismo, el nuevo gobierno dio un renovado impulso a las actividades de la Comisión de Inversiones y Desarrollo Económico (organismo creado en 1959 para planificar el proyecto de inversiones en el sector público), aunque se mostró remiso a la hora de concretar sus recomendaciones, las que en muchos aspectos configuraban las bases de un modelo de superación de la crisis estructural y el estancamiento. Los sesenta –…- serían años pródigos en propuestas, años que podrían encontrar un buen resumen en las tareas ambiciosas de la CIDE y más tarde del Plan Nacional de Desarrollo aprobado el 10 de febrero de 1966, paradigmas ambos, o cruce de caminos, desde los cuales era posible –recuerda el politólogo Adolfo Garcé- ir hacia la izquierda, hacia el centro o hacia la derecha.
            Pero el viraje no tuvo el éxito esperado. Luego de una primera etapa muy breve que arrojó algunos resultados alentadores, se volvió a una situación deficitaria en el sector externo. Problemas serios en la política cambiaria, ambientados por las conductas especulativas de los principales grupos económicos, culminaron –en 1965-  en una de las mayores crisis bancarias de la historia del país. La espiral inflacionaria volvió a desatarse, cayó nuevamente el salario real y arreció la conflictividad social. Hacia el final de este segundo gobierno blanco se operó otro cambio dramático en la conducción económica, reorientada a la ortodoxia fondomonetarista. Ese cambio de política no daría réditos económicos ni políticos. Los problemas (inflación, fuga de capitales, endeudamiento, etc.) reaparecieron con fuerza en 1966, lo que seguramente favoreció la derrota nacionalista y la recuperación del gobierno por el Partido Colorado en las elecciones de ese año.
            Lo ocurrido durante las dos administraciones blancas resultaba muy significativo desde diversos puntos de vista. Ya hemos anotado hasta qué punto la crisis estructural iniciada a mediados de los cincuenta se había asociado desde el arranque con la quiebra del ‘modelo batllista’. Sin embargo, el sinuoso itinerario de las políticas públicas a partir de 1955 (y en especial luego de 1958), así como una mínima evaluación de sus resultados, alentó la aparición de lo que entonces comenzaría a denominarse ‘el modelo alternativo’.  Los programas rupturistas, identificados todos en mayor o menor medida con un amplio programa de liberalización económica, había vuelto a chocar con bloqueos claramente identificados con el período anterior, ahora vigentes bajo un nuevo elenco gobernante: clientelismo, intervención y arbitraje estatal en la articulación de demandas particularistas de actores corporativos, crecimiento del fraccionalismo partidario, consiguiente densificación de la ‘telaraña’ de viejo sistema de mediaciones y compromisos múltiples, entre otros.
            El polítólogo Francisco Panizza ha puesto el acento en que el fracaso de las políticas económicas durante los gobiernos blancos adquiere mayor destaque si se cotejan sus objetivos iniciales con los resultados obtenidos: a contramano de los discursos liberalizantes, el gasto público creció y mantuvo su composición interna; la opción inicial por los ganaderos debió ser sustituída por una política más oscilante y ambigua en la relación con los distintos agentes económicos; el Estado volvió a demostrar su consistencia institucional, lo que dificultaba el tono representacional del programa de ‘vuelta al mercado’, etc. Estos fenómenos –insiste Panizza- se asociaban también con la persistencia de una crisis de hegemonía en la sociedad uruguaya: los ganaderos repitieron en la coyuntura muchas de sus debilidades tradicionales en la materia, sin dejar paso a ello a agregados nuevos o particularmente impetuosos. La reestructura económica parcía exigir una reestructura política que terminara con las inercias, con los equilibrios y también con las resistencias y continuidades de la vieja formación política uruguaya. “ (Caetano, G., Rilla, J. Historia Contemporánea del Uruguay. De la Colonia al Siglo XXI. Ed. Fin de Siglo. Uruguay, 2005. pp. 282, 283)

el fútbol uruguayo

El fútbol uruguayo: una épica popular desmedida

            En el caso uruguayo, tenemos un ejemplo de hipertrofiada valoración del triunfo  deportivo y futbolístico por razones comprensibles. En primer lugar, los triunfos deportivos y los futbolísticos en particular fueron motivo de legítimo y justificado orgullo nacional. Una pequeña población, no de las más desarrolladas tampoco, dominando importantes deportes mundiales por mucho tiempo. Era remarcable, realmente. Y era un moco de hacerse conocer internacionalmente por medio de una identidad triunfante y triunfadora, en medio de un proceso incipiente pero sólido de consolidación del prestigio del deporte como indicador de salud y bienestar sociales. Pues bien, la decadencia socioeconómica uruguaya fue dejando cada vez más librada la esperanza de los uruguayos de sobresalir internacionalmente al fútbol, con lo cual ese emblema nacional adquirió carácter de obsesión enfermiza, justificadora de cualquier inescrupulosidad  con el fin de triunfar, hasta inclusive llegar a valorar el triunfo inmerecido en lo técnico como más festejable que el obtenido por superioridad técnica. Fue la entronización de la ética lumpen del tango en el campo sociodeprtivo. Era mejor ganar por vivo y macho que por mejor, lo cual llevó a un descuido por la evolución técnica y táctica, ya que no eran imprescindibles para ganar (con graves consecuencias futuras que estamos padeciendo). (…)
            Siguiendo con este apasionante tema del lugar del fútbol y del deporte en escala de valores, nos apoyamos en muy interesantes declaraciones de Menotti (El fútbol y yo) quien afirmaba que los estilo futbolístico deben reflejar los espíritus de los pueblos, ahogando así por un rútbol ofensivo para Argentina y para Brasil, entre otras observaciones. (…)
            Pero en el caso uruguayo, nuestra historia (lo ha hecho notar Eduardo Gutiérrez Cortinas y yo le he avalado) ha sido una historia defensiva, la de una minoría que se bate contra poderes más modernos y numerosos. El virreinato de sede bonaerense, las invasiones inglesas, los españoles, los portugueses, los brasileños, etc. No es extraño que el juego uruguayo se haya caracterizado desde los años 30 por el abroquelamiento defensivo y el contraataque (‘dominio argentino, gol uruguayo’ era un dicho de la época, muchas veces confirmado en el futuro, aunque no siempre, es cierto).
             La historia cultural también fue responsable parcial de la particular característica que forjó las primeras conquistas olímpicas y mundiales: la combinación feliz que el fútbol uruguayo logró en la década del 20 entre el estilo directo y agresivo de pases largos inglés y la elaborada concertación de pases cortos escocesa, cuya combinación produjo los sorpresivos cambios de ritmo ofensivos característicos de los primeros triunfos internacionales celestes. (…)
            La épica popular se encarna en el deporte en el Uruguay de modo desmedido por esa necesidad psicosocial de autoestima individual, grupal y nacional hiperconcentrada en el fútbol como ámbito tradicional de destaque.’
            Tomado de Rafeal Bayce: ‘Fútbol uruguayo. Economía política y cultura’, en Varios: ¿Nunca más campeón mundial?, Montevideo, Logos-FESUR, 1991, pp. 40-42.” (Caetano, G., Rilla, J. Historia Contemporánea del Uruguay. De la Colonia al Siglo XXI. Ed. Fin de Siglo. Uruguay, 2005. p. 240)

martes, 9 de octubre de 2012

Indicadores económicos

EVOLUCION DEL COMERCIO EXTERIOR (1955-1959)
(en millones de dólares corrientes)
AñosExportacionesImportacionesSaldo
1955184236,4-52,4
1956211208,52,5
1957128,2252,2-124
1958138,6142,7-4,1
195997,7175,6-77,9
RESERVAS DE ORO Y DIVISAS
(en millones de dólares corrientes, al 31 de diciembre de cada año)
AñosOroDivisas netasTotal reservas
1946199,693,5293,1
1950235,776,1311,8
1955215,6-74,5141,1
1960179,6-96,583,1
TASA DE INFLACIÓN 1956-1963
(según promedios anuales de IPC en porcentajes)
AñoPorcentaje de inflación
19567
195715
195818
195939
196038
196123
196211
196321
P.B.I. AL COSTO CONSTANTE DE FACTORES DE 1961, TOTAL Y PER CÁPITA
AñoGlobal (en millones de pesos)Per cápita (en pesos)
194593924566
1946104325077
1947111355278
1948114225347
1949118445477
1950122085568
1951132145934
1952131615821
1953140116104
1954148136359
1955150456367
1956153066366
1957154546359
1958149096051
1959144935798
1960150055918
1961154606006
1962151245790
1963149695662