"El
Centro -como se lo denominó desde entonces- fue el lugar de
residencia y actividad de la 'high life'
montevideana, integrada cada vez más por familias formadas por la
unión de descendientes del viejo patriciado con nuevos
ricos, inmigrantes o hijos de
inmigrantes.
Esta
gente principal, nueva
oligarquía de origen patricio-plebeyo,
comprendía grandes terratenientes, banqueros,
grandes comerciantes e industriales y gerentes y abogados de las
compañías extranjeras radicadas en el país. Pero, como nuevos
intérpretes y, en parte, herederos de la polifacética condición
del antiguo patriciado, había grandes industriales con estancias,
acaudalados comerciantes con saladeros, barraqueros que acrecentaban
su patrimonio con títulos de Deuda Pública,
tierras y grandes molinos, configurando un ejemplo de unidad dentro
de la variedad.
Del
conjunto del sector rural de la clase alta
-formado por unas 1300 familias, el 2% del total de la sociedad
ganadera, a las que pertenecía, aproximadamente, el 40% de la tierra
de producción-, alrededor de una cuarta parte era ausentista,
viviendo en Europa, Brasil o Montevideo, o sea que estaba en la misma
situación que sus antecesores históricos, los viejos vecinos
feudatarios del Real de San Felipe y Santiago.
Otros mantenían casa abierta en las capitales de
los departamentos o en la ciudad-puerto,
llegando a esta en verano o en los crudos meses del invierno.
En
el sector mercantil, además de los grandes comerciantes importadores
y exportadores formaban los prestamistas privados, exponentes del
antiguo círculo orista.
Por
su parte, los grandes industriales -generalmente inmigrantes, de
origen italiano, español o francés- eran los recién llegados de la
nueva oligarquía; ya
no se trataba de los humildes artesanos de 1880, aunque solían
recordar sus viejos tiempo para probar a los obreros que resultaba
posible el ascenso social.
" (Reyes, W., Melogno, T.
(2000) Crónica General del Uruguay. 6 El siglo XX
Tomo 1.
Montevideo: Ed. Banda Oriental.. p. 118)
"Aunque
los accionistas de las empresas inglesas vivían en Londres,
Manchester o Liverpool -...- sus gerentes, abogados y administradores
residían en Montevideo. Había en la capital una colonia británica
con su clug y su escuela exclusivos, su periódico 'The Montevideo
Times', y su Iglesia Anglicana, el llamado Templo Inglés. Múltiples
lazos se anudaron entre los inversores extranjeros y el capital
nativo. Ambos tenían parte de su dinero colocado en títulos de
deuda pública y por ello les interesaba la marcha de las finanzas y
en manos de quién estaba la conducción del Estado. Ambos defendían
principios similares sobre los que basaban sus lucros y su concepción
del mundo: libertad económica, horror a las reglamentaciones
estatales y en particular al socialismo bajo todas las formas
conocidas. (...)
Emparentados
por matrimonios y viejos padrinazgos, concurriendo a los dos clubes
aristocratizantes – el Uruguay, el Jockey-, hablándose en las
reuniones de accionistas del Banco Comercial o en las de la comisión
directiva de la Asociación Rural, abonándose a la temporada de
ópera en el Solís, concurriendo a las grandes veladas organizadas
por damas particulares dotadas de tacto (...), se conocían,
intimaban y, por fin, se unían. (...)
La
mayoría enviaba a sus hijos a colegios privados, a menudo
religiosos. Los hombres no practicaban el catolicismo y hasta se
declaraban 'a la page', es decir, liberales. La religión, en la
mejor tradición de la burguesía, era 'cosa de mujeres'. (...)"
(Barrán y Nahum, en p. 119)
"De
gustos y hábitos burgueses, encumbrada por la fortuna y el
éxito en los negocios, poseedora algunas veces de apellidos de
lustre, sin que le faltara el blasón universitario del
título doctoral, esta gente principal gustaba del boato y la
figuración, contrastando así con la sencillez, moderación y
empaque del antiguo patriciado, al que había desplazado o
absorbido. La necesidad de hacer visible, tangible, su status,
la ponía de manifiesto, en primer término, con su afán de lucir su
casa, ricamente amoblada y decorada." (119)
"...
perdió vigencia el salón de los tiempos románticos y la
sociabilidad invadió las calles principales y los paseos públicos,
en una ciudad donde todos se conocían y hacían propicio el salir a
pasear para encontrarse. Comenzaba a ser de preferencia la calle
Sarandí sobre la de 25 de Mayo, particularmente transitada en el
tramo comprendido entre la Plaza Constitución y la de Independencia;
algunos paseantes avanzaban por 18 de Julio al este hasta alcanzar la
Plaza de Cagancha, a cuyos lados, en la década del noventa, se
construyeron el Palacio Jackson -habilitado en 1892, primero
que se edificaba para vivencia con locales comerciales y primero con
ascensores -y la sede del Ateneo de Montevideo,
cuya inauguración tuvo lugar el 17 de julio de 1900.
Pasear
y mirar vidrieras -especialmente de las tiendas ubicadas en la
primera parte del obligado recorrido- constituían un rito ajustado a
reglas que muy pocos osaban violar: la gente principal
circulaba por la acera norte -a la que daban los mejores comercios-,
mientras que el pueblo lo hacía por la del sur, donde estaban los
más modestos." (121)
"Desde
el Centro a las 'orillas', desde la proximidad con las residencias de
la clase principal hasta los nuevos barrios de la Ciudad Novísima, y
aun más allá, vivían los integrantes de las clases medias. De
manera general, los sectores que las componían pueden caracterizarse
por tener un nivel de ingresos que les permitía el acceso limitado
pero real a ciertas comodidades -sirvientes, cercanía al casco
urbano, viviendas con agua y luz-, la posibilidad de acceder a la
educación media y hasta superior, la seguridad de un sueldo -nunca
dependencia de un jornal ni necesidad de trabajo manual- o la
independencia que daba la posesión de una industria, taller o
comercio a escala familiar y, por fin, como un rasgo tal vez
definitorio, la ambición de ascender socialmente, de progresar.
Hacia
el 1900, se ha estimado que los sectores medios eran casi el 40% del
total de habitantes -290000 aproximadamente- de Montevideo y recibían
en conjunto algo más del 50% del ingreso global de la ciudad-puerto,
Pero una observación detenida permitía distinguir tres niveles. El
bajo, formado por casi un 505 de todos los sectores medios y que
recibía algo más del 10% del ingreso global; el medio, compuesto
por aproximadamente el 40% y que recibía algo más del 255 del
ingreso; y el algo, cercano al 10%, que usufructuaba de casi el 60%
del ingreso." (139)
"Desde las zonas
alejadas de Peñarol, el Cerro y el Pantanoso, desde Maroñas y la
Unión, aproximándose por Nuevo París, el Reducto y la Aguada, por
las Tres Cruces y el Crdón, hasta emplazarse en el propio Centro, a
cuatro o cinco cuadras de 18 de Julio, se extendía el mundo de las
orillas, habitado por los sectores populares.
Hacia 1900, estos sectores
constituían algo más del 50% de la población del departamento de
Montevideo; lo integraban modestos quinteros y peones rurales,
artesanos y obreros urbanos, sirvientes, soldados y policías, en su
gran mayoría de procedencia inmigratoria, sin que faltara el
elemento criollo del ya iniciado -años atrás- éxodo rural, el
'venido a menos' de la propia ciudad-puerto y algunos enclaves de
negros y mulatos." (146)
"Los conventillos
-...-, unas veces fueron edificios proyectados ex profeso, con el
propósito de albergar en sus muchas piezas el mayor número posible
de inquilinos; y, otras, se trataba de antiguas casonas cuyos
ambientes eran divididos por medio de tabiques de madera, a los
efectos de multiplicar los cubículos a rentar.
Hacia fines de siglo (XIX),
los conventillos de uno y otro tipo alcanzaban al millar y medio,
albergando en sus 12000 piezas alrededor de 30000 personas. Los había
en todos los barrios, desde la aristocrática Ciudad Vieja hasta los
Pocitos, desde el caso urbano más densamente edificado hasta la Barra
de Santa Lucía.
Representaban el 3.5% del
total edificado; promedialmente, por estos años, cada habitación
era ocupada por tres personas." (147)
"... los europeos que
llegaron a nuestras costas eran adultos y, en su gran mayoría,
varones, que se casaron y formaron su familia en nuestro país. Sus
hijos -...-, jurídicamente, eran uruguayos, pero pueden ser
calificados como 'inmigrados de segunda generación'; y si se
considera el volumen del aporte inmigratorio en la segunda mitad del
siglo XIX, cabe afirmar que en la primera década del actual, la casi
totalidad de los uruguayos eran inmigrantes o hijos de inmigrantes,
ya fuera extran jeros sus dos padres o uno de ellos. El hecho era más
notorio en la Capital que en el resto del país ...
Asimismo, esta inmigración
fue la responsable de la expansión de los sectores secundario y
terciario de la nueva sociedad; ello, en lo económico, implicó el
incremento del número de ramas de la actividad productiva, en las
cuales, a su vez, fueron surgiendo ocupaciones hasta entonces
desconocidas en el medio. Este tipo de desarrollo fue posible porque
el establecimiento de los talleres de tipo artesanal, que vinieron a
hacer realidad el sueño de 'instalarse por cuenta propia', exigía
poco capital y una muy modesta tecnología, cosas ambas al alcance de
los inmigrantes más emprendedores. Al mismo tiempo que surgían
estos talleres -generalmente propiedad de dos o más socios y, en su
gran mayoría, con una muy baja relación patrón -asalariado, típica
cuando se da el predominio del artesanado- se multiplicaron los
pequeños comercios -tiendas y mercerías, bazares y almacenes- que
no demandaban grandes inversiones, funcionaban con pocos dependientes
y se beneficiaban de la permanente ejxpansión de la ciudad. A su
vez, el empleo en la administración pública y en servicios tales
como la educación, así como el ejercicio de la profesiones
liberales permitieron el paulatino afianzamiento y el ascenso social
de estos sectores medios.
También por entonces se
formó una clase media rural, integrada por los pequeños y medianos
productores agrícolas asentados en los alrdedores de Montevideo, en
Canelones, San José y, sobre todo, en Colonia, donde florecían las
colonias Piamontesa, Valdense, Suiza ..." (153, 154)
"... la sociedad que
los acogía tampoco estaba definida en una cultura nacional y, en
consecuencia, los aceptó sin mayores resistencias, congruente con su
propia tradición cosmopolita desde los tiempo de la Defensa,
franqueándoles todas las puertas para el desarrollo de actividades
productivas y comerciales y reservando la conducción de la vida
política y del Estado para los integrantes de la oligarquía
patricio-plebeya; exclusividad que -...- concluyó hacia la segunda
década de este siglo, al formalizarse el movimiento batllista dentro
del Partido Colorado." (154)
- bajo
costo de la producción agropoecuaria uruguaya y la muy alta
productividad por hombre ocupado
- altos
costos de la producción agropecuaria europea y su baja
productividad.
-
demanda externa de productos agropecuarios que casi siempre superó a
la oferta
-
existencia de una política europea de alimentos baratos para
mantener bajos los salarios industriales y la fijación de los
precios de los productos del agro en un mercado librecambista, donde
los productores europeos pugnaban por resarcirse de sus cotos y
consecuentemente alzaban los precios por encima de los rioplatenses.
-
abundante mano de obra
aportada por la inmigración (bajos salarios)
la
alta renta nacional por las condiciones externas permitió al Estado
ofrecer un conjunto de derechos generando un clima de establidad
política y paz social.
Población:
1900 –
936120
1908 –
1042686
1919 –
1340732
1929 –
1684915
"Las
tasas de crecimiento de la población uruguaya en el período revelan
la quiebra del modelo demográfico del siglo XIX. De acuerdo con las
cifras obtenidas por el citado Rial, dichas tasas descienden al 1.7%
en 1900-10, 1.9% en 1910-20 y al 2.1% en 1920-30. (Desde el máximo
de 6.8% anual entre 1852 y 1860 y el 2.9% en la década 1890-1900).
Al
estudiar este drástico cambio expresan José P. Barrán y benjamín
Nahum que el mismo fue el resultado de la combinación de tres
factores, que pueden advertirse desde 1890: la disminución de los
aportes inmigratorios; la baja del crecimiento vegetativo; y la
aparición de un hecho totalmente nuevo: la emigración de uruguayos
hacia los países vecinos.
La
disminución del ritmo migratorio se refleja en el censo de 1908 que
arroja tan sólo un 17.3% de población extranjera, en franco
contraste con el 34.8% del año 1860. Pese a ello, la importancia de
la misma seguía siendo notoria, sobre todo en Montevideo y su
departamento -un 30.44% de la población-, aunque menor que el
porcentaje registrado hasta 1890, siempre superior al 40%.
Respecto
al ingreso al país de inmigrantes en el período que estudiamos, se
produjo en dos oleadas principales: entre 1905-14 y entre 1921 y
1930. Según las cifras señaladas por Silvia Rodríguez Villamil y
Graciela Sapriza, entre 1904 y 1914 habría ingresado un total de
56815, un 5.30% de la población total, con una importante mayoría
de españoles, 29719 – más del 50% de la inmigración-, 19686
italianos y el resto de otras nacionalidades. Entre 1921 y 1930
llegaron al país por el puerto de Montevideo, 105313 inmigrantes,
ascendiendo al 6.89% de la población total del país. Pereira y
Trajtenberg han observado que predominaban entonces los inmigrantes
procedentes de Alemania y la Unión Soviética, Europa central y
oriental, con un contingente significativo de judíos, y también de
países del Cercano Oriente, como Turquía, Siria, Líbano y Armenia,
en número de 64395, un 61.155 del total de la inmigración,
completado por los tradicionales aportes españoles, 25038, e
italianos en número de 15880.
En
cuanto al crecimiento vegetativo, éste se vio afectado por la baja
de la natalidad, cuya tasa bruta descendió de un 32.57%, en el
quinquenio de 1901-05, a un 28.78% entre 1926-30 ..."
(Reyes, W., Melogno, T. (2001) Crónica General del Uruguay. 7 El siglo XX Tomo 2. Montevideo: Ed. Banda Oriental. p.10)
"Esta
disminución del número de hijos era consecuencia del aumento en la
edad de los que contraían matrimonio, particularmente la de la
mujer, máxima responsable de la fecundidad. En términos generales,
las mujeres, que en el siglo XIX se casaban a los 20 años más o
menos, en estas décadas del siglo que comenzaba lo hacían recién a
los 25 o más. Por otro lado los hombres, aunque en menor proporción,
tenían mayor edad al formar pareja: esperaban a estar 'recibidos' o
' establecidos', es decir, a concluir sus estudios profesionales o
tener una 'posición' hecha para sostener una familia.
Pero,
asimismo, la caída de la natalidad se hizo más sensible por cuanto
la mortalidad también
disminuyó, particularmente a causa de los avances de la hibiene y de
la medicina. En efecto: la tasa bruta de mortalidad bajó de un
19.09% en el quinquenio 1886-95 a un 14.71% en los años 1906-10
hasta un 12.60% entre 1926-30 ..." (11)
"En
1908, cuando se realizó el Censo nacional, los uruguayos residentes
en Argentina se estimaban en 73000 y en 250000 en río Grande del
Sur. Y sobre la base de los datos censales argentinos y del Brasil,
el citado Juan rial señala la existencia de 86428 uruguayos en la
Argentina, en 1914; y de 31750 en río Grande del Sur en 1920.
(...)
Como bien comenta César A. Aguiar:
El
país era para pocos. Era un país pequeño, poco diversificado y
altamente dependiente del exterior, con poca capacidad de absorber
las crisis generales en su sector externo. Su frontera había sido
alcanzada muy rápidamente, se había configurado un sistema de
tenencia de tierra -o, más bien, un orden social ruralo- que se
caracterizaba, de por sí, por absorber poca población, y que, por
añadidura, encontraba en el 'vaciamiento demográfico' de los campos
el correlato que le permitía mantener su rentabilidad. En ese
sentido, la raíz de la emigración se encontraba en el orden rural,
y allí se generaba también el límite en la capacidad de absorber
inmigrantes.
Así crecía Montevideo,
no tanto -o no sólo- porque se lo proponían las fuerzas de la
ciudead, sino porque, en cada corto plazo, eso era una solución para
el campo, que generaba regularmente une xcedente poblacional. Y así
también quedaban en Montevideo los pocos inmigrantes que no se iban,
porque la sociedad rural no podía albergarlos."
(11, 12)
"En
1908, la población en su conjunto podía aún calificarse,
convencionalmen te, como 'joven' a punto de comenzar su pasaje a
'madura'. Los menores de 14 años eran el 40.99% de la población y
si se sigue el análisis mediante los cuadros elaborado por Pereira y
Trajtenberg se advierte que en 1914 eran escasamente el 40%, el 38.7%
en 1919, el 37.4% en 1924 y el 34.19% en 1929, mostrando un constante
retroceso." (12)
menores
de 15 años trabajadores:
-
varones 16%
-
mujeres 5%
1920 –
36872 obreros industriales
- 15.90%
menores
1929 –
menores de 14 años en la industria – 1.12%
entre
1908 y 1930- más hombres que mujeres, varió de 103 a 106 cada 100
mujerres (mayoría de inmigrantes eran varones. Esto va a variar
luego de la 2 gm.
1908:
edad promedio – Uruguay 19, Montevideo 22.
1930 –
edad promedio en Uruguay entre 28 y 30 años.
"En
1900 el índice de masculinidad era de 106 hombres por 100 mujeres de
toda edad; en 1908, 103 y hacia 1929, probablemente 110.
Paradójicamente, allí, donde imperaba el 'vacío demográfico', el
sistema productivo de la estancia, al progresar hacia el régimen de
empresa, establecía un óptimo de población muy escaso y esta
'frontera vertical' obraba como el ya señalado 'mecanismo expulsor'
de población que, al ir paulatinamente, cesando la emigración con
destino final a los países limítrofes, se fue limitando a la
migración del campo a los centros urbanos y de éstos a Montevideo,
protagonizando el fenómeno del 'éxodo rural'. En esta corriente de
migrantes internos era notorio el predominio de la mujer -con su
secuencia ocupacional de obrera, empleada doméstica y, en el mejor
de los casos, esposa y madre también-, y otras veces, 'pupila' de
los burdeles suburbanos, de bajo nivel, en triste competencia con las
mejor situadas 'cortesanas'extranjeras de las 'pensiones' y 'casas de
tolerancia' regenteadas por experientes y 'protegidas' patronas y
'madamas' vinculadas a la red internacional de la 'trata de blancas'.
(14)
cambios
en el modelo de familia
1908 –
familia tipo
interior
– 7 u 8 hijos
Montevideo
– 4 o 5 hijos
"...
Barrán y Nahum, ..., señalan la existencia de tres tipos de familia
y el papel relevante de Montevideo en su modificación. Así dicen:
a)
en la región ganadera más 'arcaica' del país, con
estructura latifundaria en la propiedad de la tierra, alta tasa de
analfabetismo y concentración del pobrerío rural, peones y madres
solteras, abundó la gran familia de 11 y más hijos. La edad del
matrimonio o simplemente de la formalización de parejas -lo
decimos por el elevado porcentaje zonal de nacimiento ilegítimos-,
era la más temprana de todas las vigentes en 1910-1915: un 25.87% de
las mujeres que contrajo enlace lohizo antes de los 21 años en un
departamente tipo de esta región, Tacuarembó. La miseria, el
rancherío y el peonaje no generaron un comportamiento sexual
'previsor'.
Esto
sucedió en Durazno, treinta y Trjejs, Cerrlo Largo, Rocha y
Tacuarembó sobre todo. Tres de esos cinco departamentos
también tenían en común un atraso manifiesto de sus comunicaciones
con Montevideo en 1908, no habiendo llegado el ferrocarril desde la
Capital a Rocha, Cerro Largo y Treinta y Tres.
b)
en la región agrícola, con formas minifundiarias en la explotación
de la tierra, tasa de analfabetismo menor que en la región ganadera
arcaica, pero igualmente alta comparada con la de Montevideo, elevada
religiosidad confesa al encuestador de 1908, la familia era
numerosa, con 7 a 8 hijos. Estaba legalmente constituida y los hijos
eran herramientas en el cultivo y, como tales, útles, no pareciendo
existir más control de la natalidad que el derivado del retardo en
la edad de los cónyuges: sólo un 11.40% de las mujeres que contrajo
enlace en Canelones entre 1910 y 1915 lo hizo antes de los 21 años.
Las familias de 3 a 6 hijos porcentualmente eran mayoría, pero
casi compartían esta posición con las de 7 a 10 hijos en Canelones,
Florida, San José y Colonia.
c) En
la gran capital, Montevideo, con economía semi industrial, sede del
poder político y del empleo público, abundancia de inmigrantes
europeos, nivel alto de instrucción primaria y bajo de religiosidad,
la familia que tenía indiscutible hegemonía era la de 3 a 6 hijos,
seguida, no ya como en el interior por la de 7 a 10 hijos, sino por
la de uno o dos. El control de los nacimientos se había logrado por
la edad más tardía en el casamiento en toda la República -sólo un
9.76% de los cónyuges femeninos tenía menos de 21 años de 1910 a
1915- y variados métodos anticonceptivos y contraconceptivos."
(15)
"El Código Civil,
vegente desde 1868, establecía, siguiendo el modelo napoleónico
inspirador, una clara disminución de la capacidad jurídica de la
mujer -mayor de edad a los veintiún años igual que el varón-
respecto de este último. En efecto: si soltera, no podía dar el
consentimiento para contraer matrimonio antes de cumplidos los
veintitrés años de edad ni dejar el hogar de sus mayores antes de
los treinta, sin autorización de su padre o tutor; si casada, no
podía disponer de su persona libremente, estando sujeta a la
voluntad y decisión del marido, quien, además, tenía la
dministración de los bienes que la esposa tuviera en propiedad.
Asimismo, en caso de
viudez, le esta impedido ejercer la tutela de sus hijos menores de
edad y la función de testigo en cualquier acto o contrato, siendo,
en la práctica una irresponsable civil.
"El Código de
Procedimiento civil, por su parte, establecía: No pueden ser
nombrados jueces, los que no tengan veinticinco años de edad, los
sordomudos, los ciegos, las mujeres y los que se hayan procesado por
crimen o simple delito."
Más
notoria aun era la discriminación en los diferentes criterios
existentes para juzgar el adulterio: el marido que sorprendiera a su
esposa en 'in fraganti' acto
de adulterio estaba exento de responsabilidad penal en caso de
matarla o, naturalmente, de herirla. Incluso la ley de divorcio
de 1907 reconocía siempre como causal el adulterio femenino, pero el
masculino solamente si era cometido en el domicilio conyugal. Y en el
caso de llegarse a la separación por causa del adulterio femenino,
la mujer perdía los bienes gananciales; aun cuando esta situación,
en parte, fue ulteriormente modificada por sucesivas leyes.
En
cuanto a los derechos cívicos, éstos recién serían consagrados
por la Constitución de 1919 que establecía la autorización al
Poder Legislativo para conceder el voto femenino por ley votada por
dos tercios de componentes de cada una de las Cámaras." (15,
16)
hijas
– concepción burguesa – colocar las hijas -
el Dr.
Alfredo Vásquez Acevedo en sus memorias (1905):
"En
mi hogar se iniciaron con gran contento para mí los preparativos
para los casamientos de Juanita y de Elisita... Digo, con gran
contento porque aunque me ha sido siempre doloroso separarme de mis
hijos el placer de verlos colocados y bien colocados como han tenido
la suerte de serlo, ha compensado bien mis penas." (16)
1885
-1900 – número de mujeres en conventos pasó de 144 a 617
mujeres
con alto porcentaje en siguientes empleos:
-
compañías telefónicas: 57%
-
fábricas de ropa blanca e interiores, y las 2 de fósforos
sobrepasaban a los hombres.
- las 4
fábricas textiles, las 26 de tabacos y en las 2 cervecerías
superaban el 40%
hermanas
Luisi primeras egresadas universitarias. Paulina médica en 1908 y
Clotilde como abogada en 1911.
porcentaje
femenino en total de la población económicamente activa
1909 –
17.11%
1929 –
18.14%
lucha de
mujeres – 2 vertientes – obreras
-
sectores medios y altos (universitarias y maestras)
1901 –
sociedades de resistencia de lavanderas y planchadoras, año de
huelga
1905 –
huelga de costureras
luego de
luchas y propuestas no logradas en 1932, el proyecto de los senadores
Pablo María Minelli y Lorenzo Batlle Pacheco (el mismo que había
presentado Brum en 1921) fue sancionado dándole igualdad de derechos
civiles y el voto a la mujer.
1946 –
ley de los derechos civiles de la mujer
1908 –
30135 obreros
1913 –
42358 obreros
1889 –
8 obreros por empresa en promedio
1908 –
13 obreros por empresa en promedio
aunque
la industria artesanal se mantiene la empresa fabril moderna avanza.
A partir
de mediados del siglo XIX con los inmigrantes europeos aparecen las
ideas socialistas. Seguidores de saint simon, fourier.
Primera
organización sindical – 1865 – tipógrafos de los talleres de
impresión de los diarios forman una organización de carácter
mutual, y en 1870 forman una organización sindical: "sociedad
Tpográfica Montevideana"
1872 –
se conoce la existencia de la "Sección uruguaya de la
Asociación Internacional de Trabajadores"
la
sección uruguaya estaba cercana a la tendencia libertaria de
Chaux-aux-fonds reunida en Suiza, y no a la de Londres (de hegemonía
marxista)
1875 –
fundación de la "Federación Regional de la República Oriental
del Uruguay", básicamente montevideana y reorganización de la
de 1872. impulsada por el francés Renaud-Reynad tipógrafo y
periodista participante de la Comuna de Paris.
-
reconocida por la AIT en 1877
1901 –
se organizan sociedades de resistencia: sastres, penes de barracas,
albañiles, foguistas, estibadores, peluqueros, constructores de
carruajes, carboneros, curtidores, ladrilleros, constructores de
vehículos, fosforeros, zapateros, lanchoneros, alfareros,
hojalateros, planchadoras, carpinteros, obreros de cigarrerías,
panaderos, pintores, dependientes de almacén, verduleros, cortadores
de carnes y peones de saladeros.
La
iglesia católica también (desde la encíclica rerum novarum de leon
xiii) se involucra en el movimiento obrero
3er
congreso de la FORU en 1911:
"La
completa emancipación del proletariado, creando sociedades de
resistencia, federaciones de oficios afines, federaciones locales ,
consolidando la nacional, para que así, procediendo de lo simple a
lo compuesto, ampliando los horizontes estrechos en que hasta hoy han
vivido los productores, dándoles a éstos más pan, más alimento,
más pensamiento, más vida, podamos formar con los explotados de
todas (las regiones) la gran confederación de todo los productores
de la tierra, y así solidarizados podamos marchar firmes y decididos
a la conquista de la emancipación económica y social." (32)
los
anarquistas, no sólo trabajaron desde las sociedades de resistencia,
proclamaban vivir bajo una moral determinada que implicaba el rechazo
del acoholismo, el tabaquismo, además de no legitimar sus vínculos
a través del Estado. También algunos adherían al naturismo,
rechazando la medicina convencional y llevando adelante terapias
naturales (agua, alimentación vegetariana)
el
anarquismo no tuvo influencia en el medio universitario, se
desarrolló sobre todo en los medios obreros.
1898 –
se fundó el Centro Internacional de Estudios sociales por parte de
un grupo de obreros sastres, allí fue un centro de irradiación
cultural y social del pensamiento anarquista. Por allí pasaron.
Florencio Sanchez, Roberto de las Carreras, Rafael Barret, Angel
Falco, etc. Y Jean Jaurés, Anatole France, Enrico Ferri, José
Ingenieros.
También
fueron protagonistas las mujeres: Maria Collazo fundo en 1917 el
periódico "La Batalla"
revolución
rusa de 1917 y crisis de posguerra impactó en movimiento obrero
"En
1921 y 1922 varios sindicatos se separaron de la FORU y constituyeron
un llamado 'comité de Unidad Obrera' que, en 1923, creó una nueva
central: la 'Unión Sindical Uruguaya' (USU). En su carta orgánica,
aprobada en el Congreso celebrado del 19 al 23 de setiembre de 1923,
se adoptaba una clara definición anarco sindicalista ..." (34)
sindicatos
afines al partido comunista querían que la USU se integrara a la
Internacional sindical Roja, impulsaron la supuesta Unidad sindical
(que ya se había impulsado cuando sólo existía la FORU), pero el
"block" como se le llamaba a los sindicatos favorables a la
URSS, éstos en 1929 llamaron a un congreso para una nueva Central
obrera: entre el 10 y el 12 de mayo de 1929 se forma la Confederación
General del Trabajo del Uruguay.
A esta
confederación se van a integran una buena cantidad de sindicatos,
pero el movimiento obrero estaba debilitado, a pesar de haber crecido
la cantidad de obreros, la afiliación a los sindicatos era la misma
cantidad de la 1913: 7000
El Batllismo
“... el Uruguay ... en el primer cuarto del siglo fue repatriando sin pausa su deuda externa mientras que todo el cerco de garantías se completaba con la política de nacionalización de los servicios públicos que es uno de los timbres de orgullo del Batllismo. Si ya antes de él y durante la década del noventa habían sido preservados para el país el Banco Hipotecario (1892) y el Banco República (1896), fue el impulso batllista el que completó la obra y rescató lo rescatable. Contra muchas reticencias internas, contra presiones internacionales, cautas pero evidentes, se nacionalizaron totalmente el Banco de la República (1906-1911), el Hipotecario (1912), se estableció el monopolio de los seguros más importantes y se organizó su Banco (1911), se estatizaron los servicios del Puerto (1916), se crearon los ferrocarriles del Estado (1912), pasaron a manos públicas los servicios de energía eléctrica (1912), los telégrafos (1915), se planteó la orientalización del cabotaje (1912) y se proyectó –desde los primeros años del Batllismo- la nacionalización y el monopolio estatal del alcohol, el tabaco y las aguas corrientes. Hacia el final del primer tercio del siglo se formó (no sin resistencia batllista en cuanto a su carácter mixto y privatista) el Frigorífico Nacional (1928) y fue la Administración de las Usinas y Teléfonos del Estado (1931) la última gran expresión del período que fenecía.”
(Real de Azúa, Carlos – “El impulso y su freno” Ed. Banda Oriental. Uruguay, 1964. p. 23)
“Sea ha hecho referencia a la industrialización. Todo el curso del Batllismo sería virtualmente inexplicable sin esta pieza fundamental. Ya las leyes de 1875 y 1888, reaccionando contra el librecambismo de 1860 había echado sus bases y le habían impreso las características previsibles; industrias livianas, de consumo, de las llamadas ‘tradicionales’ en la terminología desarrollista. Solo más tarde, las dos guerras mundiales serían las que lo impulsarían sustancialmente y esto con todas las limitaciones imaginables en un pequeño mercado consumidor y de baja capacidad de exportación. Es difícil negar, con todo, los empeños que en el entremedio velaron por ese proceso industrializador y la cuidadosa atención que el Batllismo le prestó. A ella debe imputarse la promoción (...) de una clase obrera estable y básicamente integrada en la sociedad global del país. También el ensanchamiento de la habilitación técnica que representaron ciertas formas de fomento educacional, una nueva organización de la enseñanza industrial (1916) y, en general, el designio de una auténtica difusión de los estudios. Todos estos avances constituyeron tal vez los rubros menos deliberados pero de más largos y amplios efectos; no podría discutirse sin embargo que la clave de esa industrialización, que no es injusto llamar batllista, fue la política aduanera proteccionista -...- las relativamente tardías leyes de privilegios industriales (1919 y 1921) y ciertas medidas fiscales, entre las que resultaron fundamentales las normas de 1906, 1911 y 1912 –especialmente las de este último año- sobre franquicias a materias primas y máquinas.”
(Real de Azúa, ob. cit. p. 24)
“... la tarea educacional de esos años, que fue, en buena parte, obra batllista y que se orientó, como más arriba decía, en el sentido de universalizar efectivamente la enseñanza. Las escuelas nocturnas para adultos (1906), los liceos departamentales (1912), el Liceo Nocturno (1919), la Universidad de Mujeres (1921) participan de un propósito que se une espontáneamente con la extensión del principio de gratuidad –implantado en las leyes Varela-Latorre de 1877 para la etapa escolar, extendido en 1916 para la media y superior- y con el de laicidad, consolidado en 1909. Aquellas instituciones, estos principios (sobre todo si se les agrega el de la obligatoriedad escolar, también de 1877), caracterizan nuestra educación. Pero además señalan la fidelidad con que el Batllismo recogió su inspiración tradicional, su veta iluminista, su profunda fé en la cultura intelectual como factor de movilidad social ascendente aunque también (sería un matiz diferencial con los admirados Estados Unidos) el ‘tope’ –así hay que llamarlo- ‘mesocrático’ de esa movilidad.”
(Real de Azúa, ob. cit. p. 25)
“La ley de ocho horas (1915), el descanso semanal (1920), la prevención de los accidentes del trabajo (1914), la ‘ley de la silla’ (1918), la del trabajo nocturno en las panaderías (1918), los salarios mínimos a los trabajadores rurales (1923), a los empleados públicos (1925), y a los que trabajan en obras públicas (1927), podrían ser medidas irrelevantes, insignificativas, sobre todo si se nota al registrar los textos de la época, la ausencia de una legislación general de salarios, de indemnizaciones por despido, de organización sindical, de huelgas, de vacaciones, de conciliación de conflictos de trabajo, de contratos individuales y colectivos, de desocupación, de protección general a los menores. Pero todavía serían más si se obviara el claro apoyo que desde su primer período prestó Batlle a las actitudes combativas del proletariado organizado de Montevideo, su desusada decisión de mantener la neutralidad de las fuerzas del orden en el caso de huelgas violentas, su convicción en la necesidad de lucha y regateo para llegarse a una conciliación de clases que respetara los intereses de todos y salvara los fuerzas antagónicas -pero no irreconciliables para él-, del trabajo y del capital.
Si así se perfilaba en lo social, económicamente, el Batllismo buscó un desarrollo nacional basado en las ya apuntadas corrientes de industrialización y ensanchamiento de la gestión productora del Estado, expresión esta última -como casi todas las que siguen- de la marcada, deliberada voluntad del poder público de intervenir en la inversión del excedente nacional. Pero también ese desarrollo implicaba la modernización y diversificación productiva de la tierra, para las que propició un sistema, en verdad incipiente, de crédito y fomento rural (la sección correspondiente del Banco de la República fue establecida en 1912), terapéuticas fiscales a las que enseguida se aludirá, proyectos y leyes de colonización (desde 1913), la organización de la Defensa Rural, la de las Estaciones Agronómicas (1911), (con la famosa ‘Estanzuela’ (1919) entre ellas), y el tanteo metódico de otras posibilidades productoras del sector primario, que tal representaron los Institutos de Pesca (1911) de Geología, de Química (1912).
Pero lo que daría, en puridad, su sello a la gestión promocional económica del Batllismo sería su enérgica política de obras públicas, en la que hay que inscribir la ley de Vialidad de 1905, una orgánica ley de expropiaciones (1912), el Ente de los ferrocarriles del Estado y un largo rol de obras de toda especie, de un cabo al otro del país.”
(Real de Azúa, ob cit. pp. 27, 28)
“... las jornadas de trabajo, en general eran superiores a las ocho horas y los gremios que habían logrado esa conquista (Carpinteros de Obra Blanca, Albañiles, Sastres, etc), tuvieron enormes dificultades para hacer que patronales respetaran el horario”. (Universindo Rodríguez - "Los sectores populares" p. 42)
(Real de Azúa, Carlos – “El impulso y su freno” Ed. Banda Oriental. Uruguay, 1964. p. 23)
“Sea ha hecho referencia a la industrialización. Todo el curso del Batllismo sería virtualmente inexplicable sin esta pieza fundamental. Ya las leyes de 1875 y 1888, reaccionando contra el librecambismo de 1860 había echado sus bases y le habían impreso las características previsibles; industrias livianas, de consumo, de las llamadas ‘tradicionales’ en la terminología desarrollista. Solo más tarde, las dos guerras mundiales serían las que lo impulsarían sustancialmente y esto con todas las limitaciones imaginables en un pequeño mercado consumidor y de baja capacidad de exportación. Es difícil negar, con todo, los empeños que en el entremedio velaron por ese proceso industrializador y la cuidadosa atención que el Batllismo le prestó. A ella debe imputarse la promoción (...) de una clase obrera estable y básicamente integrada en la sociedad global del país. También el ensanchamiento de la habilitación técnica que representaron ciertas formas de fomento educacional, una nueva organización de la enseñanza industrial (1916) y, en general, el designio de una auténtica difusión de los estudios. Todos estos avances constituyeron tal vez los rubros menos deliberados pero de más largos y amplios efectos; no podría discutirse sin embargo que la clave de esa industrialización, que no es injusto llamar batllista, fue la política aduanera proteccionista -...- las relativamente tardías leyes de privilegios industriales (1919 y 1921) y ciertas medidas fiscales, entre las que resultaron fundamentales las normas de 1906, 1911 y 1912 –especialmente las de este último año- sobre franquicias a materias primas y máquinas.”
(Real de Azúa, ob. cit. p. 24)
“... la tarea educacional de esos años, que fue, en buena parte, obra batllista y que se orientó, como más arriba decía, en el sentido de universalizar efectivamente la enseñanza. Las escuelas nocturnas para adultos (1906), los liceos departamentales (1912), el Liceo Nocturno (1919), la Universidad de Mujeres (1921) participan de un propósito que se une espontáneamente con la extensión del principio de gratuidad –implantado en las leyes Varela-Latorre de 1877 para la etapa escolar, extendido en 1916 para la media y superior- y con el de laicidad, consolidado en 1909. Aquellas instituciones, estos principios (sobre todo si se les agrega el de la obligatoriedad escolar, también de 1877), caracterizan nuestra educación. Pero además señalan la fidelidad con que el Batllismo recogió su inspiración tradicional, su veta iluminista, su profunda fé en la cultura intelectual como factor de movilidad social ascendente aunque también (sería un matiz diferencial con los admirados Estados Unidos) el ‘tope’ –así hay que llamarlo- ‘mesocrático’ de esa movilidad.”
(Real de Azúa, ob. cit. p. 25)
“La ley de ocho horas (1915), el descanso semanal (1920), la prevención de los accidentes del trabajo (1914), la ‘ley de la silla’ (1918), la del trabajo nocturno en las panaderías (1918), los salarios mínimos a los trabajadores rurales (1923), a los empleados públicos (1925), y a los que trabajan en obras públicas (1927), podrían ser medidas irrelevantes, insignificativas, sobre todo si se nota al registrar los textos de la época, la ausencia de una legislación general de salarios, de indemnizaciones por despido, de organización sindical, de huelgas, de vacaciones, de conciliación de conflictos de trabajo, de contratos individuales y colectivos, de desocupación, de protección general a los menores. Pero todavía serían más si se obviara el claro apoyo que desde su primer período prestó Batlle a las actitudes combativas del proletariado organizado de Montevideo, su desusada decisión de mantener la neutralidad de las fuerzas del orden en el caso de huelgas violentas, su convicción en la necesidad de lucha y regateo para llegarse a una conciliación de clases que respetara los intereses de todos y salvara los fuerzas antagónicas -pero no irreconciliables para él-, del trabajo y del capital.
Si así se perfilaba en lo social, económicamente, el Batllismo buscó un desarrollo nacional basado en las ya apuntadas corrientes de industrialización y ensanchamiento de la gestión productora del Estado, expresión esta última -como casi todas las que siguen- de la marcada, deliberada voluntad del poder público de intervenir en la inversión del excedente nacional. Pero también ese desarrollo implicaba la modernización y diversificación productiva de la tierra, para las que propició un sistema, en verdad incipiente, de crédito y fomento rural (la sección correspondiente del Banco de la República fue establecida en 1912), terapéuticas fiscales a las que enseguida se aludirá, proyectos y leyes de colonización (desde 1913), la organización de la Defensa Rural, la de las Estaciones Agronómicas (1911), (con la famosa ‘Estanzuela’ (1919) entre ellas), y el tanteo metódico de otras posibilidades productoras del sector primario, que tal representaron los Institutos de Pesca (1911) de Geología, de Química (1912).
Pero lo que daría, en puridad, su sello a la gestión promocional económica del Batllismo sería su enérgica política de obras públicas, en la que hay que inscribir la ley de Vialidad de 1905, una orgánica ley de expropiaciones (1912), el Ente de los ferrocarriles del Estado y un largo rol de obras de toda especie, de un cabo al otro del país.”
(Real de Azúa, ob cit. pp. 27, 28)
“... las jornadas de trabajo, en general eran superiores a las ocho horas y los gremios que habían logrado esa conquista (Carpinteros de Obra Blanca, Albañiles, Sastres, etc), tuvieron enormes dificultades para hacer que patronales respetaran el horario”. (Universindo Rodríguez - "Los sectores populares" p. 42)
Durante los primeros meses de 1911, los conservadores esperaban que Batlle se hubiera moderado y reconocían de Batlle: “... haber terminado en 1904 con la inseguridad política derivada de los repartos ‘feudales’ de jefaturas políticas y ostentar una severa probidad en el manejo de los dineros públicos.” (El Siglo. 1/1/1913)
“El primer acto de gobierno que desilusionó a las clases conservadoras fue la presentación en las Cámaras, el 26 de abril de 1911, del proyecto de monopolización de los seguros por parte del Estado. A partir de entonces, se desato la ofensiva antirreformista.” (Rodríguez, idem. p. 29 tomo 2)
“El 26 de junio de 1911, justo al mes de terminada la huelga general, el Poder Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto de legislación laboral que además de regularizar el trabajo de los niños y de las mujeres, planteaba como cuestión medular la jornada de ocho horas de trabajo para fábricas, talleres y comercios.” (Rodríguez, idem. tomo 2 p. 133)
“Estas huelgas, gestiones y petitorios realizados permitieron que la mayoría de los gremios obtuvieran las ocho horas (aunque no todos pudieron mantenerlas) antes que éstas fueran sancionadas definitivamente por el Parlamento, recién en 1915.” (Rodríguez, idem. tomo 2 p. 134-135)
“Estas huelgas, gestiones y petitorios realizados permitieron que la mayoría de los gremios obtuvieran las ocho horas (aunque no todos pudieron mantenerlas) antes que éstas fueran sancionadas definitivamente por el Parlamento, recién en 1915.” (Rodríguez, idem. tomo 2 p. 134-135)
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