“... las intensas luchas interimperialistas que desembocan en la guerra vuelven a crear condiciones aprovechables para un desarrollo industrial acelerado en aquellos países que reúnen al menos dos condiciones: producir materias primas necesarias para el desarrollo del conflicto y poseer en ese momento un grado de desarrollo industrial local que les permita invertir en ese sector los excedentes del comercio exterior. (...)
Esta evolución se vió favorecida por el hecho de que los sectores agroexportadores si bien habían visto aumentado sus ingresos por la subida de los precios internacionales, desde un punto de vista productivo estaban estancados desde 1929, y además no habían logrado imponer ideológica y políticamente su proyecto. Por otra parte las exigencias político-estratégicas de la guerra habían aislado a los sectores políticos inicialmente ligados a la dictadura de Terra, los que se habían definido a favor del Eje.
Además, desde fines de la década del 30, se había ido saturando la capacidad de compra del mercado interno. Ello presionó objetivamente hacia una paulatina redistribución del ingreso entre los asalariados, política que fue impulsada desde el gobierno cada vez con más claridad, contando para ello con el aval implícito de las distintas fracciones de la burguesía local. Como el Estado había mantenido casi intactos sus importantes instrumentos de intervención económica y política (gestados durante varias décadas) ello permitió una intervención más rápida y más profunda que en otros países latinoamericanos.
(...)
“La década 1947-1958 marca para el Uruguay un período de indudable prosperidad económica, en el cual los sectores industriales locales representan el núcleo motor del conjunto del sistema, haciendo rendir al máximo las ventajas relativas adquiridas en la década anterior. El Estado acentúa su tradicional función reguladora y estimulante del conjunto del sistema económico, y es una pieza clave para la afirmación de un modelo de acumulación claramente centrado en la redistribución del producto social entre las capas medias y proletarias de implantación urbana. Es un período de aumento en los salarios reales tanto en el sector manufacturero, como en el comercio y los servicios públicos y privados. A su vez se desarrolla y perfecciona el conjunto de la legislación laboral y de previsión social, la que alcanza niveles realmente excepcionales en el panorama latinoamericano. (...)
El primer elemento a señalar es que desde comienzos de siglo el bloque en el poder, si bien presenta un cierto empate entre las fracciones burguesas principales, en él la burguesía industrial predomina políticamente durante largos períodos, y como ya se dijo, el Estado adquiere una importante autonomía relativa, la que juega tendencialmente a favor de la alianza entre la burguesía industrial, la pequeña burguesía agrícola y urbana de tipo productivo, y los sectores asalariados ligados al Estado.”
(De Sierra, Gerónimo en “América latina: historia de medio siglo” t. 1 pp. 440, 441, 442)
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