“En el largo proceso que sacó al Uruguay de su sitial de ‘Suiza americana’ para sumergirlo en la dictadura militar, puede marcarse tres períodos claramente diferenciados: el desequilibrio de la economía (en la segunda mitad de la década del ’50), el aumento de las tensiones sociales y políticas (en la década del ’60 y el proceso que llevó a la ruptura institucional (a partir de 1968). Entre 1959 y 1967 hubo una toma de conciencia progresiva acerca de la crisis y aparecieron los primeros planteaos en busca de soluciones. El carácter general de la crisis llevó necesariamente al plano ‘político’ la búsqueda de las soluciones.” (Alonso, Demasi. - “Uruguay 1958-1969, Crisis y estancamiento”)
“hacia comienzos de la década del ’70, resultaba evidente que la evolución de la política gubernamental, así como el sostenimiento de una situación que presentaba serios desequilibrios, no podía sino tener el correlato político de la progresiva implantación del autoritarismo. Aún cuando la crisis económico-social antecedió en casi dos décadas a la quiebra final de las instituciones en 1973, ya a partir de 1968 podía perfilarse con nitidez la perspectiva dictatorial en el sistema político uruguayo. La trilogía de crisis económica, social y política se terminó de operar como corolario de un extenso período de deterioro en las condicionantes generales del país.
Al comenzar 1973 no resultaba muy difícil pronosticar un rápido y definitivo descaecimiento de las instituciones. El creciente y ya desembozado protagonismo político de los militares, la precaria estabilidad parlamentaria del gobierno, una virtual situación de ‘empate’ de hegemonía y de vetos recíprocos en el interior del sistema político, la agudización de la conflictividad social enfrentada a la profundización de las prácticas represivas del régimen, entre otros factores, no hacia más que brindar credibilidad a los circulantes rumores golpistas, que efectivamente arreciaron hacia fines de 1972.” (Caetano y Rilla – “Breve historia de la dictadura”)
“... el golpe de Estado en Uruguay no fue, estrictamente un golpe militar contra un gobierno constitucional. Fue un golpe llevado a cabo por el Presidente de la República, en alianza con los militares contra un parlamento dominado por el centro y la derecha.
Ahora bien, una de las explicaciones más difundidas sobre los golpes militares en el Cono Sur en las décadas del ’60 y ’70 ha sido la de que los regímenes ‘ populistas o ‘izquierdistas’ entonces en el poder y las movilizaciones populares que acompañaron dicho período, fueron percibidas por las clases dominantes como una ‘amenaza’ al orden establecido. Este no fue el caso de Uruguay. Además del carácter político diferente del gobierno en el Uruguay y su complicidad en el golpe, en el momento de su ejecución los sectores populares no representaban una amenaza a dicho orden. El Movimiento de Liberación Nacional ‘Tupamaros’, había sido ya derrotado militarmente. El movimiento sindical, aunque capaz de movilizar importantes sectores populares, estaba en la coyuntura librando una batalla defensiva contra el gobierno. El Frente Amplio, pese a toda su capacidad movilizadora, no había superado en 1971 el 20% de los votos. Esto no significa que las luchas populares no jugaron ningún papel en dicha coyuntura. Significa en cambio afirmar que si bien la confrontación entre diversos sectores sociales y políticos y el gobierno jugó un papel importante en el proceso histórico que llevó a la dictadura, hubo otros factores relativos al bloque de poder que igualmente jugaron un papel fundamental...” (Panizza – “Uruguay: Batllismo y después”)
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