“El ocaso definitivo del Imperio Británico se reflejó en la imposibilidad de mantener sus empresas económicas en el país (aguas corrientes, ferrocarril y transporte tranviario) y el nivel de inversiones de capital del período de entreguerra. El definitivo retiro inglés fue acompañado por el ascenso irresistible de los Estados Unidos como superpotencia mundial hegemónica del occidente capitalista, y el alineamiento por-aliado del Uruguay no tardó en transformarse en auténtico alineamiento pro-Estados Unidos, participando del nuevo sentido que se dio al movimiento de solidaridad hemisférica en el marco de la ‘guerra fría’ y la división del mundo en dos bloques de poder formidables, liderados por los Estados Unidos y la Unión Soviética. Y por supuesto, detrás de los intereses políticos estuvieron los poderosos intereses económicos que acompasaron nuestro ingreso definitivo al ‘área del dólar’, examinados más adelante.
En marzo de 1945, nuestro país suscribió el Acta de Chapultepec, que autorizó el uso de sanciones para prevenir ataques exteriores a los países del continente y dio carácter permanente a los organismos creados durante la guerra: la Junta de Defensa Interamericana y el Comité Consultivo Económico y Financiero. El 2 de setiembre de 1947 se firmó en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de Asistencia Colectiva, que complementó el documento anterior y estableció diferentes procedimientos, según se tratara de un agresor americano o extramericano. Todas estas medidas, inspiradas en las necesidades de la política exterior de los Estados Unidos, se fueron haciendo cada vez más rígidas, en la medida que la ‘guerra fría’ se agudizó con episodios como el ‘bloqueo de Berlín (1948-1949), o la Guerra de Corea (1950-1953). A comienzos de la década de 1950, la participación del Uruguay en la Conferencia de Caracas –que propició la intervención en Guatemala- o el Convenio de Asistencia Militar realizado en Estados Unidos, lo demostraron en forma elocuente.
Esta clara alineación en materia internacional contó con el favor del batllismo, el nacionalismo independiente e incluso de algunos sectores de la izquierda. En cambio, fue duramente combatida por el herrerismo que siguió preconizando la necesidad de ser neutral y de sostener una ‘tercera posición’ en el enfrentamiento de las grandes potencias: ‘Ni en las filas rojas del comunismo, ni una estrella más en la bandera de ningún imperialismo…’ idéntica actitud adoptaron algunos grupos de izquierda y, en general, los movimientos vinculados al quehacer intelectual.
El proceso de descolonización, la emergencia del ‘tercer mundo’, con su dramático subdesarrollo, atraso y marginación, e incluso, los movimientos favorables a unir a los países no-alineados, no tuvieron la repercusión que lograron en otros lugares de Latinoamérica. El Uruguay disfrutó de una situación económica favorable, derivada de los beneficios que dejaron nuestra producción agropecuaria y nuestro comercio exterior durante la Segunda Guerra Mundial, el período de reconstrucción y la posterior Guerra de Corea, como se desprende del análisis de la evolución económica.” (Nahum, B.; Cocchi, A.; Frega, A.; Trochón, I. Crisis política y recuperación económica. 1930-1958. Ed. De La Banda Oriental. Uruguay, 1987 pp. 96, 97)
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